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Jesús Alemán: Cuatro Décadas Baruch Vergara
Somos herederos del romanticismo en nuestra concepción de artista. Esto aún, pasando por la modernidad de principios del siglo XX. Lo que en realidad esperamos de él es ese místico hacer, sí, ese artista que a través de un proceso de disciplina casi obsesiva va modelando su estilo, aquel que lo hace reconocible y en el cual se siente identificado y hábil.
Vivir para pintar, y no al revés, ése es el lema de Jesús Alemán, un artista moderno con una energía volcánica que apresura la emoción para concretar la escena. La imaginación es la clave para romper con la realidad, al fin y al cabo, ése es el propósito. Su trabajo lleva reflejos de procesos y búsquedas alternas si hacemos una visión general de su lenguaje. Valga en ocasiones la cercanía a la obra del pintor Domingo García en los años 70’s, como Mary Jane (1976) o Cuaresma (1984) en la que los volúmenes de las féminas provocan oscuras o alegres seducciones. Sin embargo, la geometrización con campos de color ha sido la constante más evidente de su andar, como A galope (1979) o Sabana (2010) donde es interesante observar los tintes del expresionismo “alemán”, homólogo a su apellido curiosamente. Los integrantes del Die Brücke y Die Blaue Reiter fundían la naturaleza con la geometría representando el ideal absoluto tan anhelado por Schelling.
Nuestro artista ha mantenido a momentos una especie de diario icónico de su vida. Las vivencias no dejan de aparecer en cada cuadro que realiza. Nos podría contar de cada uno lo que lo motivó a hacerlo, pues tiene muy claros esos recuerdos. Siempre en la búsqueda de un lenguaje que le permitiera representar a las mujeres de su vida, sus animales o relaciones contiguas análogas de la belleza floral y encanto colorido que le circunda.
A diferencia de un artista posmoderno, su constante producción no es autómata porque se recrea con la introspección mediática, tratando de embellecerla de algún modo. Después de cuatro décadas, Alemán sigue arremetiendo día a día con la pintura en el lienzo. El ha encontrado el místico refugio como Reverón lo hiciera, pero en el campo sangermeño de Puerto Rico, de donde es oriundo. El artista retorna, vuelve con su identidad dándole paz a su rebeldía, controlando sus límites, reticulando formas, entonando colores para suavizar su brillo. El pensamiento se transforma, la pintura también. Alemán tiene motivos para seguir encontrando, dejando así las huellas de su intuición.
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