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Hace 14 años, grabadores dispersos encontraron en Puebla un espacio que aglutinó esta vocación comprometida. El hijo de Erasto Cortés donó el acervo de su padre al gobierno del Estado, para fundar así el Museo Erasto Cortés, que se convirtió rápidamente en un punto de referencia para la gráfica de Puebla. En 2009, la exposición llamada Gráfica Poblana Contemporánea consolidó a sus artistas grabadores en su ciudad y sus obras recorrieron el centro de la República Mexicana. La presente exposición, es una muestra del trabajo de algunos de estos artistas y de otros que no fueron incluidos en ella, pero que su presencia es notable. Los 18 artistas participantes son: Adriana Escudero, Antonio Álvarez, Carlos Flores Rom, Fernando Diyarza, Gustavo Mora, Ileana Sosa Gil,José Lazcarro, Leticia Morales, Marciano Borja, María Eugenia Jiménez, Mónica Muñoz, Monika Sledzinska,Myrna Lagunes, Omar Arcega, Roberto Rodríguez, Roberto Rugerio, Rosa Borrásy Sergio González Angulo. La unidad técnica presente en este grupo no es equivalente a la heterogeneidad de su pensamiento, signo característico que prevalece en una ciudad que crece y se desarrolla, a la vez que mezcla y contamina su tradición con los albores del progreso.
Algunas obras son claras en su propuesta abstracta e informal como las del maestro José Lazcarro(1), mentor de muchos artistas en Puebla, como Adriana Escudero, Mónica Sledzinska y Leticia Morales. Sus aguatintas, audazmente resueltas, están cargadas de texturas en movimiento dignas del fluido medio. Los contrastes provocados con la técnica al azúcar abarcan fragmentos de un espacio sin límites. Dos grandes calaveras reivindican la tradición mexicana, por un lado Fernando Diyarza hace un homenaje al legendario José Guadalupe Posada con una xilografía a la placa perdida apropiando el discurso a nuestro tiempo. La otra, en un linóleo de Carlos Flores ROM, es una simbiosis de la cultura popular, una síntesis de religión, afición y folclor de un México engarrado en su pasión y tragedia.
Siguiendo con esta tradición tenemos a Antonio Álvarez quien a través de una serigrafía se apropia de Las Señoritas de Avignon de Pablo Picasso para poner a “talonear” con humor ranchero el arte moderno.Al centro de la sala con grandes formatos, resaltan por su virtuosismo casi hiperrealista los retratos de Roberto Rodríguez. El extenso tramado en punta seca o aguafuerte va construyendo la identidad de individuos que van de lo reflexivo a lo espontáneo. De un modo más conceptual, tenemos las piezas de Omar Arcega y Roberto Rugerio, quienes con una visión dramática del progreso someten sus representaciones a la sobreposición de imágenes que se recortan en el espacio invadido. En el caso de Arcega, la misma imagen de una locomotora arrolla a su paso diferentes recortes de papel, que dibujan árboles secos en siluetas. En las obras de Rugerio, la imagen transferida de árboles es interrumpida por fotografías digitales de las ciudades y su tráfico. Los árboles parecen olvidados, como un recuerdo que promete desaparecer, ante el abrupto progreso que los mutila. Así mismo, Mónica Muñoz se encuentra en medio de esta visión lógico espacial que intenta sublimar la ciudad ideal a través de la punta seca.
El surrealismo también está presente con Ileana Sosa y Marciano Borja dando al dibujo litográfico y aguafuertista, respectivamente, ese aire misterioso y poético donde fantasía e ilusión convergen con la paradoja reflexiva y existencial. Así mismo, con carácter figurativo pero de índole más anecdótico, Myrna Lagunes nos regala instantes descriptivos de mujeres indígenas de la urbe poblana, representadas en pequeñas mezzotintas.
Separadas de estas corrientes encontramos las obras de Sergio González y Gustavo Mora, quienes traducen el expresionismo pictórico a la gráfica. La sobreposición de colores digitalizados y convertidos a serigrafía enfatiza el drama descarnado de las “morrocollas” multicolor de González. Con un cromatismo opuesto, de carácter informal, Mora nos sorprende con un trazo audaz de apariencia pictórica logrado con el método moku-hanga.
Finalmente, los linóleos de Rosa Borrás yMaría Eugenia Jiménez son piezas de una simpleza poética. Por un lado Borrás contrasta esquemáticas figuras femeninas de carácter primitivista. Jiménez, en cambio, utiliza unas siluetas negras que aluden a células o semillas invadidas por el goteo dorado y negro de pintura. Este salpicado contamina el espacio embelleciendo a su vez la delicada transparencia del papel nepalés.
La exposición comprende una gama abierta de interpretaciones y propuestas dentro del grabado tradicional prevaleciendo las técnicas calcográficas, la xilografía y linografía. Esta muestra estará en exhibición hasta el 21 de noviembre de 2014 en la Galería del Departamento del Humanidades del Recinto Universitario de Mayagüez, con horario de lunes a viernes de 10:30 a 3:30, gracias al voluntariado de los alumnos del mismo Recinto. Baruch Vergara
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