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PERMUTACIÓN PARADÓJICA MATERNAL Por Karla F. Torres, MA
Madre Tierra que nos alberga y cobija. De tus entrañas proviene la esencia de la vida, y a tu arcilla volveremos a descansar. El tiempo se nos escapa en su relatividad continua mientras insistimos en capturar su fugacidad permanente. Todos hemos buscado en el confort de tu seno como apaciguar el efímero desfile del tiempo, y es a través de nuestra permutación que alcanzamos nuestra comunión filial. En Permutación, exposición en la Galería del Departamento de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Claudia Torres-Guillemard nos permite ser testigos y partícipes de su propia comunión con la Madre Tierra a través de una manifestación de la consolidación de las diferentes facetas de vida que coexisten en su ser: madre, educadora y artista. Cada una engloba una dimensión en particular, cuyo nexo es el afán de captar un recuerdo que sirva de guía en la conciliación de fuerzas que exige su palpitante travesía por los rumbos de fructificación personal y profesional. Consecuentemente, el proceso se vuelve el protagonista de su cruzada, en donde la educadora no tan solo reflexiona sobre su experiencia profesional-artística, sino que nos presenta a través de sus piezas la importancia de su rol como educadora de sus hijos, plasmando así en la propia tierra de la Madre Naturaleza la huella de su progenie, marcando los momentos más cruciales de su vida. Es así como nos encontramos con obras como Avoirdupois, dos tazones elaborados a partir de las barrigas de embarazo de la artista. Al considerar su definición –“Avoirdupois: peso, pesadez, en especial peso personal”-es inevitable conectar con su esencia, ya que todos hemos sido ese peso en algún momento, y a su vez, nos remite a una permutación paradójica maternal, ese peso carga en sí su propia ligereza. Es un peso que cuesta cargar y simultáneamente es ingrávido en su intimidad. De la misma manera, se nos presenta Inefable, una verdadera continuación de su rol como madre y educadora, en donde el hijo de la artista interviene las piezas con pintura, formando un ciclo de creación y vínculo familiar en estrecha conexión con el motor de la inocencia infantil y la complicidad que solo una madre e hijo pueden comprender. Con cada pieza, Torres-Guillemard nos invita a presenciar un peldaño en su recóndita cruzada por apresar y apreciar el súbito pasar del tiempo. Si cierto es que el rol maternal viene indudablemente acompañado de una noción romantizada, matizada por la intensa ola de emociones que arropa, no tan solo la creación, sino la educación de una nueva vida; es un deleite acompañar a la artista a través de sus permutaciones, de sus luchas, de sus dudas, mediante declaraciones de refrescante candidez. La sociedad insiste en reprender a la madre trabajadora por no ocupar su rol “asignado” de pilar exclusivamente doméstico, como por igual señala a la mujer que decide dedicar todo su empeño al ámbito hogareño. Como consecuencia, se ha creado una especie de perpetua guerrilla entre madres, y es en este ámbito que identificamos que Torres-Guillemard trae a colación la individualidad de la experiencia. Cada cual elige su propio rumbo, reconociendo que todo camino trae consigo retos y logros, frustraciones y alegrías, más dudas que certezas. Esto lo vemos plasmado en obras tales como Ademán, en donde los espacios vacíos y sus formas irregulares nos conducen a reflexionar sobre lo que se gana y se pierde en estos nuevos espacios maternales y artísticos, y Excoriate -conjunto depiezas hechas con trozos o cintas de barro blanco y marrón– el cual con su evidente crudeza nos remite a esa introspección mordaz que toda persona, al comenzar una nueva etapa de vida, se auto-somete con poca o ninguna piedad. Asimismo, con la candidez expositiva que caracteriza esta exposición, nos topamos con Knackered, grupo de tetillas confeccionadas en barro blanco, que aluden a los incontables sueños perdidos inherentes a la maternidad, asimismo a la satisfacción de proveer atención, amor y sustento. La agrupación y disposición de estas piezas nos recuerdan a Félix González Torres, artista reconocido por su uso peculiar de objetos cotidianos en sus instalaciones minimalistas, quien a su vez le impartía una gran importancia al concepto del proceso, al tiempo y a la memoria. La búsqueda del balance permea toda la muestra en una insistente lucha por habitar todas las dimensiones que ocupan esta travesía. Hemos enfatizado la de madre y la de educadora, sin obviar la que nos reúne en este espacio, la de artista. En Síntesis, somos testigos de la transformación de la materia en manos de la artista, a là Rodin. Mientras que en otras piezas, la funcionalidad del medio no desvanece por completo debido a su forma y esencia; en Síntesis, la cerámica se desnuda mediante su imposición sobre un pedazo de madera de acarreo, divorciándose por completo de su funcionalidad, y transformándose en su totalidad en un objeto de contemplación que reafirma su ineludible conexión con la Madre Tierra y nuestra existencia. Permutación nos convida a la reflexión e introspección, convirtiendo lo particular en universal. A través de un afán por capturar una memoria mientras paradójicamente se deleita con el transcurso relativo del tiempo, presenciamos como una madre, artista y educadora logra plasmar lo intangible moldeando la esencia de los rincones más recónditos de su realidad polisémica. Claudia Torres-Guillemard logra que cada uno de nosotros, no tan solo conecte profundamente con su experiencia personal, sino que entremos en comunión con nuestras permutaciones, nuestros cambios, con uno y con todos. Madre Tierra, permítenos seguir disfrutando del efímero desfile del tiempo mientras desesperadamente buscamos como detener el mismo. |