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La luz de cada una Vanessa Droz
Comencemos con una pregunta: ¿qué tienen en común unas pinturas inspiradas en vehículos y sus reflejos, otras abstractas fundamentadas en el uso de colores secundarios, unas —más allá— tampoco figurativas, en blancos, negros y grises, grabados en madera con el cuerpo y sus ataduras como eje y otras xilografías que han sido intervenidas con otros medios? Pues, al parecer, nada, aunque quizás (quizás mucho) las conversaciones sobre asuntos técnicos que, en la trastienda de sus trajines creativos, comparten las artistas que componen esta exposición, La luz de cada una, la primera del Grupo Lumen, conformado recientemente por las artistas Ada Rosa Rivera, Roxana Gata, Poli Marichal, Nelly Toledo y Mariloli Rodríguez. También conversaciones sobre otras cosas, muchas más. Estamos con esta muestra frente al trabajo de cinco mujeres de diferentes estilos, propuestas y trayectorias —aunque en algunas de ellas haya coincidencias (estudios en la Escuela de Artes Plásticas y en varias prestigiosas instituciones de Estados Unidas, España y México) que han reconocido el valor innegable del trabajo plástico de cada una para, unidas, fundamentar el respeto y reconocimiento que debe tener dicha obra. Hay dos palabras que han vuelto a ponerse de moda: “invisibilidad” y feminismo”, dos palabras gastadas, dos palabras necesarias. Acostumbradas a ser invisibilizadas constantemente, muchas mujeres —en Puerto Rico y fuera— están en vías de retomar el feminismo, tal como me dijeran las artistas del Grupo Lumen. Tendríamos que hablar de un feminismo que denuncie no lo obvio sino lo más peligroso, lo que está oculto y a veces es sumamente difícil identificar: esas pequeñas instancias de la vida diaria en el mundo del arte que ponen a la mujer de lado —a veces hasta por otras mujeres— y que continúan perpetuando la supremacía de las acciones, proyectos y arte producido por los varones. Pero estas mujeres son “hijas”, en más de un sentido, de Myrna Báez y de Noemí Ruiz, por referirnos tan solo a dos pintoras puertorriqueñas que han dado cátedra con su trabajo y con sus posturas hacia el arte y el mercado del arte. Son conscientes de que las “verdades” construidas son igualmente desmontables. Ocupar el espacio público con proyectos como el Grupo Lumen es acto singular pues viene marcado, además, por el sugerente, rimado y definitorio lema que se ha impuesto: Con arrojo y sin cerrojo, una condensación del ímpetu estético y la defensa de su trabajo por parte de estas cinco fortísimas y vitales mujeres artistas. Empero, estoy segura de que cada una de ellas sabe dónde reside, en primera y última instancia, la base de su poder, ahora y en el futuro: en su solitario trabajo creativo, en la producción de su obra propia. Solo ahí se encuentra la luz de cada una.
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