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viernes, 8 de junio de 2007
En esa época los hospedajes costaban 35 dólares el mes, con las tres comidas incluidas. Ir al cine 25 centavos y para tomar un taxi desde del barrio Cristy al Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de Mayagüez (CAAM) había que invertir 15 centavos. Los chicos usualmente vestían de pantalón caqui y camisa blanca. Las chicas usaban las enaguas “can-can” propias de la temporada. Aunque en realidad no habían demasiadas féminas.
Era el Colegio de la década de los cincuenta, mas las vivencias de estos eternos colegiales siguen latentes en el recuerdo y el corazón. Se graduaron en 1957, han transcurrido 10 lustros, y este año fueron los padrinos de la clase Exoro 2007 del ahora Recinto Universitario de Mayagüez (RUM).
“Me siento muy orgulloso de formar parte de los padrinos de esta graduación. Nos agrada ver que la clase del 2007 es una de excelencia y está capacitada para enfrentar el futuro”, expresó el doctor Pedro González Ramos, graduado en 1957 del departamento de Biología del otrora CAAM.
A juicio de González Ramos, quien fue rector del recinto de Humacao de la Universidad de Puerto Rico y luego presidente de la Universidad del Sagrado Corazón, sus años universitarios fueron “muy bonitos”.
“Vivo agradecido de la institución por lo que hizo por mí, me complace ver que se mantiene al frente de otras instituciones y ha sido una bendición para mi ciudad”, sostuvo el mayagüezano, que presidió por un tiempo la emisora radial WKAQ y el desaparecido periódico El Mundo.
Compartió esta opinión el ingeniero Raymond Watson graduado en ese mismo año de Ingeniería Civil y quien fue además el vicepresidente de la clase. “Ser colegial es sentir ese amor tan grande por el campus del Colegio. Yo he visitado muchas partes del mundo, y realmente no conozco muchas que comparen en belleza con el campus del Colegio de Mayagüez, y digo Colegio porque siempre es Colegio”, afirmó el ingeniero que presidió la Telefónica de Puerto Rico.
Por su parte, el profesor José A. Quiñones describió su experiencia colegial como una “edificadora”. En su caso además de estudiar en la institución también laboró por 30 años en el Recinto en diferentes puestos, entre ellos, decano y director del Colegio de Ciencias Agrícolas (CCA).
“El Colegio para mí es una vida, desde estudiante y luego de profesional. Una experiencia indescriptible… y me mantengo al servicio que se me solicite y mientras el cuerpo aguante”, dijo el catedrático retirado que ahora pertenece a la Asociación de Claustrales del Colegio y al Comité del Centenario del CCA.
Aventuras de eternos colegiales
La vida universitaria fue más allá de la formación educativa también la conformaron las aventuras y experiencias jocosas o tristes que hoy se cuentan como anécdotas, coincidieron algunos de los egresados del 1957.
Watson recordó que en el teatro Riera exigían que los caballeros entraran con chaqueta. “Pero el colegial era muy ingenioso, entraba el primer estudiante ‘enchaquetonado’, entregaba el boleto, subía al baño de los hombres tiraba el chaquetón y se lo ponía otro colegial y entraba, y así era la rutina, lo más gracioso”, dijo entre risas el exalumno quien también fue jefe ejecutivo de la corporación Preston Caribe.
Igualmente rememoró las serenatas que le llevaba a su novia que residía en Río Piedras. Relató que primero ensayaban en los jardines de la residencia del Rector y luego iban al dormitorio de muchachas de la Universidad Interamericana de San Germán, entonces conocida como “el Poli” y les daban la serenata. “Si no nos tiraban con las escupideras entonces la serenata estaba buena y se la podíamos llevar a las novias”, expresó entre carcajadas.
Por otro lado, Quiñones contó con tristeza que aunque iba bien en la clase de Química 102 tuvo que darse de baja porque no siempre podía llegar a la clase por no tener transportación. “Viajaba de San Germán y los recursos económicos de la familia eran limitados y dependía del pon para llegar a Mayagüez. La ruta de San Germán a Mayagüez en carro público costaba 50 centavos que era lo que me daban para almuerzo”, sostuvo al enfatizar que luego con la beca que le ofreció el Ejército “su situación económica mejoró”.
Mientras, González Ramos recordó que tomaba la clase del ROTC al mediodía y luego tenía que caminar 20 minutos hasta llegar a su casa para almorzar y acicalarse y 20 minutos de regreso para tomar la clase de psicología. “De más está decir que no salí muy bien en psicología”, expresó de una forma simpática.
A las nuevas generaciones
“Es una alegría hoy en día ser joven, mayor que antes, hay tantas ventajas, oportunidades, tecnología que eso aumenta las oportunidades de enfrentarse a los retos de la vida… Espero que recuerden que el tiempo se escapa de las manos y que el hoy es ayer antes de que uno lo piense”, opinó González Ramos.
De otro lado, Watson le recomendó a los universitarios a que presten interés en las clases que moldearán sus habilidades de comunicación y de relaciones humanas. “Mi consejo es que aprovechen la experiencia completa, estudien pero también disfruten del ambiente total del Colegio y no pasen por alto estudiar bien los cursos que aún no sean de la profesión, como humanidades, economía, inglés, sociales y español. Les va ayudar a redondear la educación completa. Cuando uno se gradúa eventualmente uno pasará a posiciones gerenciales y para eso va a necesitar las destrezas culturales, del idioma, de la historia y de las humanidades”, puntualizó.
“El Recinto significa mucho, exhorto a la juventud que si quieren estudiar con seriedad y seguir adelante y ser algo de provecho en esta vida, vengan al Colegio”, sostuvo, por su parte, el profesor Jorge López Zapata, graduado también hace cincuenta años del CCA y quien luego laboró en el RUM hasta retirarse.
En el 1957 se graduaron 198 estudiantes, 181 varones y 17 féminas. De éstos, 98 eran de la facultad de Ingeniería, 66 de agricultura y 34 de ciencias. La presidenta de la clase fue Elvira Idalia y el vicepresidente fue Watson quien también recibió la medalla de liderazgo en la graduación. En esa época el rector era don Jaime Benítez y el vicerrector Luis Stefani.
70 años después
Tiene 93 años y aunque no pudo asistir a su graduación en 1937 participó como parte del grupo de padrinos que acompañó a los graduandos del 2007. Setenta años después el ingeniero Humberto Cordero desfiló por la nave central del Coliseo Rafael A. Mangual, encabezando la emotiva marcha en su sillón de ruedas.
"Para mí ser colegial es un honor que me dio a mi la vida", dijo el nonagenario que participó en el proceso de alumbrado del país.
Agregó que su consejo para los actuales estudiantes es que "vean al Colegio como si fuera una cosa propia de ellos, tienen que hacer sacrificio, demostrar que quieren estar allí y respetarlo, porque eso es lo que les va a brindar el futuro a ellos".
Cordero, natural de Guayama, también participó en la Banda Colegial que en ese entonces dirigía Juan Madera. Recordó que su tiempo libre lo utilizaba para ensayar el saxofón y para ello se internaba en el monte "para no molestar a los vecinos".
"El Colegio me ayudó mucho", concluyó.
Los padrinos de la clase graduanda del 2007 durante el desfile en el campus del Colegio.
El ingeniero Humberto Cordero que se graduó hace 70 años comienza el desfile de los padrinos por la nave central del Coliseo Rafael A. Mangual.
La clase del 1957 la componían 168 estudiantes.
Una treintena de egresados del 1957 asistió a la nonagésima tercera graduación del RUM.
Fotos: Carlos Díaz, Manuel Díaz y Carlos Darío Ayala/Prensa RUM
El doctor Pedro González Ramos se graduó en el 1957 del departamento de Biología del otrora CAAM.
El ingeniero Raymond Watson se graduó en 1957 de Ingeniería Civil.
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