Al rescate del sapo concho
Por Margarita Santori López
msantori@uprm.edu
PRENSA RUM

martes, 15 de julio de 2003

Muchas personas confunden el sapo concho con el sapo grande que aparece usualmente en los jardines y patios de las casas en tiempo de lluvia, según explicó Jaime J. Matos Torres, estudiante graduado de Biología del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), quien realiza su tesis de maestría sobre esta especie endémica puertorriqueña.

A diferencia del sapo común que es más grande, el sapo concho es de tamaño mediano (de 2.5 a 4.5 pulgadas) con una coloración que puede ser de amarillo-oliváceo a marrón negruzco y se distingue por una cresta o protuberancia muy notable encima de los ojos, además de un hocico curveado y largo. Los machos son más pequeños que las hembras y sus crestas son menos prominentes que las de éstas.

“Es una especie en peligro de extinción que actualmente sólo se encuentra en el área del Bosque Seco de Guánica”, afirmó Matos, quien comentó que antes se hallaba en la zona norte de la Isla, en lugares como Isabela y Quebradillas, pero en la actualidad se cree extinta en esa área.

“Mi investigación es precisamente parte del esfuerzo que realiza el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA); el Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre, y la organización AZA de zoológicos y acuarios americanos, para ayudarlo a sobrevivir”, señaló el joven científico.

Matos ha identificado las características del ambiente en el Bosque Seco de Guánica que propician la supervivencia del sapo concho, para que pueda adaptarse a otros lugares en los que se introduzca la especie en un futuro.

“Lo que ocurre es que estos sapos se reproducen una vez o quizás dos veces al año -sólo cuando llueve- y en el área de Guánica llueve muy poco. Para que haya un evento de reproducción deben caer por lo menos tres pulgadas de lluvia, cosa que ocurre muy poco en esta zona”, sostuvo.

Destacó que aunque en septiembre pasado cayeron aproximadamente dos pulgadas de lluvia, no fue suficiente para que los sapitos completaran su ciclo de vida o metamorfosis.

“Al ver que iban a morir, solicitamos un permiso a Recursos Naturales y, junto con Miguel Canals, oficial de manejo del Bosque Seco, removimos alrededor de 300 renacuajos para llevarlos al Departamento de Biología del RUM. De esos 300 sapitos, 10 partieron hacia los Estados Unidos por medio del Servicio de Pesca y Vida Silvestre para formar parte de los esfuerzos de reproducción y cautiverio del zoológico de Kansas”, expresó Matos. Indicó que el resto permaneció durante tres semanas en estanques de invernadero del Departamento de Biología del RUM y luego fueron devueltos a su hábitat en el bosque.



Durante ese tiempo los pequeños anfibios tuvieron una supervisión continua y directa. “La rutina diaria era hacer cambios parciales del agua, alimentarlos y remover a los que morían en el proceso”, dijo.

El renacuajo tarda aproximadamente 18 días en desarrollar sus cuatro patas, luego sale del agua -se le llama “sapito”- y cuando tiene aproximadamente 25 días se encuentra en condición para volver a su medioambiente.

“Ahora esperamos que se integren a la población y puedan sobrevivir”, afirmó el estudiante.

Agregó que esta especie se describió por primera vez en 1868. Desde esa fecha hasta 1932, los científicos observaron sólo 25 ejemplares y durante 40 años se creyó que el sapo concho estaba extinto, hasta que lo volvieron a ver en 1962. “Pero luego vino el desarrollo de la infraestructura de la zona norte y otra vez, después de muchas búsquedas, no se ha vuelto a registrar la especie en esta área”, sostuvo Matos.



El sapo concho es una especie endémica puertorriqueña en peligro de extinción.


Alrededor de 300 sapitos permanecieron durante tres semanas en estanques de invernadero del Departamento de Biología del RUM.


Fotos: Jaime J. Matos Torres

Medidas de conservación

De acuerdo con el Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre el sapo concho fue incluido en la lista de especies en peligro de extinción en 1987 como especie amenazada. Los factores principales que han contribuido a la reducción de las poblaciones son el drenaje y la alteración de áreas de reproducción para desarrollo residencial, uso agrícola y el control de mosquitos. Además, se cree que el sapo común (Bufo marinus), introducido a Puerto Rico en los años de 1920 para combatir el gusano blanco de la caña de azúcar, puede competir con el sapo concho por lugares donde reproducirse, por alimento y hábitat.