Historia del Recinto

La Universidad de Puerto Rico se creó en Río Piedras el 12 de marzo de 1903 mediante Ley de la Asamblea Legislativa. En 1908 el Gobierno de los Estados Unidos extendió a Puerto Rico la ayuda dispuesta por la Ley Morrill-Nelson, convirtiendo a la Universidad en una Institución por Concesión de Tierras (Land Grant). Esto impulsó el crecimiento de los estudios superiores, y el 23 de septiembre de 1911 se estableció el Colegio de Agricultura en Mayagüez como parte de la Universidad de Puerto Rico.

Fue en este Colegio que el Recinto universitario de Mayagüez tuvo su origen y un año después se le cambió el nombre a Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas (CAAM), nombre con el cual se le conoció por 50 años.

En el 1942 se inició en la Universidad de Puerto Rico una reforma general, la cual trajo al CAAM un crecimiento acelerado. Se crearon las facultades de Agricultura, Ingeniería y Ciencias. El crecimiento continuó en la década de 1950. La Facultad de Ciencias pasó a ser la Facultad de Artes y Ciencias, se estableció el centro Nuclear y varios programas académicos nuevos y subgraduados.

Posteriormente en el 1966, se organizó la Universidad en recintos autónomos, pasando el Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas a ser el Recinto Universitario de Mayagüez, segundo en tamaño dentro del Sistema de la Universidad de Puerto Rico y el único con una Escuela de Agricultura y programa graduado en Ciencias Marinas en Puerto Rico.

El Recinto cuenta con cuatro unidades académicas: los Colegios de Ciencias Agrícolas, Ingeniería, Artes y Ciencias, y Administración de Empresas. El Colegio de Ciencias Agrícolas incluye la Estación Experimental Agrícola y el Servicio de Extensión Agrícola, que es una unidad de servicio a la comunidad. El personal del recinto incluye profesores e investigadores, extensionistas y tiene la matrícula de estudiantes en los distintos programas subgraduados y graduados. Tiene además, un renombrado Programa Graduado que ofrece maestrías y doctorados.

 

Historia del Tarzán

El profesor de Educación Física, ya retirado, Nolan Comas, escribió la siguiente historia para el periódico El Interrogador sobre cómo surge el Tarzán.

¿Alguna vez se han preguntado por qué la mascota del Colegio es un bulldog y lo llaman Tarzán? La historia se remonta al año 1946, época en que ya éramos invencibles en todos los eventos deportivos y teníamos, como hoy, un alto concepto de lo que llaman Colegio. Para esa época Johnny Weismüller había puesto de moda al legendario personaje de Tarzán. La masculinidad, el coraje, la rudeza que encarnaba este feroz personaje encajaba perfectamente con la hombría que siempre se ha hecho patente en nuestros atletas colegiales.

Fue por eso, por lo que hasta el 1946 acostumbrábamos a vestir de Tarzán a un estudiante y lo exhibíamos ante las multitudes que se daban cita en las Justas para poner de relieve la cría que siempre ha sido insoslayable en nuestro atleta colegial. Posteriormente se pensó en un león y hasta en un puma, con la idea de perpetuar la ya tradicional ferocidad deportiva de nuestros muchachos. No obstante hubo que descartar la idea, porque las leyes de seguridad no lo permitían desfilar. Hacia mediados de la década del 40 el mundo esperaba fervientemente que la Guerra Mundial llegara a su fin y entre las muchas personas que por una u otra razón habían acaparado la atención de la prensa mundial estaba Winston Churchill. El heroísmo de este insigne personaje había estremecido la opinión global cuando, ante una Inglaterra deshecha por los rigores de la guerra, dijo «Inglaterra no se rinde». El pueblo perpetuó su hidalguía y acendrado patriotismo denominándolo «el bulldog inglés».

Ni remotamente pasaba por la mente de los miles de periodistas que aclamaban a Churchill que con ello se aclararía para siempre el símbolo que en lo sucesivo habría de inmortalizarse en las gestas deportivas del Colegio. Sixto Ramírez, Libertario Avilés y Héctor Huyke acababan de adoptar por analogía el bulldog llamado Tarzán, quien nunca más dejaría de presidir el desfile en las famosas Justas Intercolegiales.

Las autoridades del Colegio hicieron las gestiones pertinentes para conseguir el bulldog que habría de ser bautizado con el nombre de Tarzán. No obstante, dichas gestiones resultaron infructuosas y en su lugar tuvo que desfilar un boxer del coronel Víctor Domenech. Este pasó a ser la primera mascota del equipo colegial.

Cuando finalmente llegó Tarzán, el Colegio lo recibió con una parada del ROTC a la que asistió la comunidad universitaria en pleno. Tarzán fue atendido en forma particular. Se le preparó una jaula debajo del árbol de mangó y los prepas tenían que reverenciar su figura, sopena de ser «severamente disciplinados». Un año después nuestro primer Tarzán pasaba a mejor vida, víctima de un hueso que se le atragantó por lo que murió asfixiado.

Rápidamente se puso en marcha el encomiable espíritu colegial y los estudiantes hicieron una recolecta para sustituir al malogrado primogénito. Para que recibiese los más encarecidos cuidados se puso bajo la custodia de don Enrique Huyke. Su meritoria labor se extendió hasta 1975, año en que el ilustre profesor se jubiló.

Este Segundo Tarzán llegó a nuestro campus procedente de Oklahoma cuando sólo contaba con ocho semanas de vida. El tercero y el cuarto se debieron a la gentileza del señor John Wiburn y su esposa de Texas.

El quinto fue un obsequio de la fraternidad Phi Eta Mu. Este también descansa en paz luego de haber –como los anteriores- provocado las más ulcerantes reacciones entre nuestros rivales. El sexto Tarzán también fue un obsequio de la Phi Eta Mu.
En 1976 don Luis A. Vilanova donó la primera mascota que se bautizó con el nombre de Jane, que se volvió en la querendona del entonces rector Rafael Pietri Oms.

A vuelo de pájaro, esta es la historia de la mascota colegial.