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viernes, 17 de diciembre de 2010
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La estudiante colegial subgraduada Miriel Otero Arocho descubrió una nueva especie de mariquita puertorriqueña. |
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El día que la joven colegial Miriel Otero Arocho descubrió en el laboratorio una nueva especie de mariquita puertorriqueña, sintió una profunda emoción, pero no imaginó que su nombre pasaría a ser parte de la historia como la autora de una gran contribución científica.
La estudiante del Departamento de Agronomía, del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), conquistó esta gesta de la mano de su mentor, el doctor Alejandro E. Segarra Carmona, como parte de un proyecto de investigación en el que ambos lograron encontrar cuatro nuevas especies de mariquitas endémicas de Puerto Rico, para aumentar así a 10, el número total de estos insectos en el mundo entero.
No todos los días se hace una aportación de esta envergadura, por lo que Miriel tuvo el honor de ponerle un nombre con el que decidió honrar al cacique taíno de su pueblo natal, Jayuya, lugar donde además encontró varios especímenes del insecto. Es así como el Decadiomus hayuyai ahora forma parte de la taxonomía de Puerto Rico en conjunto con las restantes tres nuevas especies: Decadiomus seini, Decadiomus martorelli y Decadiomus ramosi, en tributo a los entomólogos Francisco Seín, Luis F. Martorell y José A. Ramos Biaggi, respectivamente.
“Es emocionante, esto abre muchas puertas. Tu nombre está escrito ahí. Eso es bueno para mi resumé porque aparece como que trabajé en esta investigación y encontré estas especies”, relató Miriel refiriéndose a la publicación Four New Species of Decadiomus Chapin (Coleoptera:Coccinellidae) from Puerto Rico, de la cual es coautora junto al doctor Segarra y que se someterá a la prestigiosa revista mundial Zootaxa.
Aunque está próxima a graduarse de Agronomía, Miriel confiesa que su vocación y pasión las encontró en la taxonomía, ciencia que trata de los principios de la clasificación y que se usa en la biología para ordenar grupos de animales y de vegetales. Ese entusiasmo surgió a su vez en los cursos de entomología del Colegio de Ciencias Agrícolas, del cual forma parte.
De hecho, fue en la clase básica de esa disciplina que esta colegial preparó una caja de insectos de manera tan organizada y nítida que hasta se utilizó como modelo y sirvió para abrirle fronteras inimaginables. Lo primero fue la oportunidad de trabajar con el doctor Segarra, quien es catedrático del Departamento de Cultivos y Ciencias Agroambientales, y se convirtió en el consejero académico de esta jayuyana.
El próximo paso fue instarla a competir por el Premio Arturo Roque, creado como tributo a quien fuera director de la Estación Experimental Agrícola por alrededor de cuatro décadas. El mismo consta de una beca que se otorga a estudiantes de bachillerato en Ciencias Agrícolas para estimularlos en la investigación. Miriel obtuvo el galardón correspondiente al 2009-2010.
“Ella había tomado casi todos los cursos de entomología que se dan en Agricultura y me la recomendaron como una estudiante muy buena, aparte había trabajado conmigo. Compitió con otros candidatos y ganó la oportunidad. Durante ese año, el estudiante se supone que haga una investigación independiente que lleve a algún tipo de descubrimiento científico”, recordó el doctor Segarra.
De esa manera, Miriel comenzó un primer proyecto para el cual preparó un afiche sobre las especies de longicornios de Puerto Rico, que aún se exhibe en el primer piso del Edificio Piñero. El segundo esfuerzo se centró en las nuevas especies que descubrieron y que son pertenecientes al orden Coleoptera, a la familia Coccinellidae y al género Decadiomus.
“La puse a trabajar con estos animalitos, que no se conocía nada de ellos. Pensábamos que era uno y poco a poco fuimos trabajando y resultaba que no era uno, eran cuatro diferentes”, apuntó Segarra, quien encontró primero el Decadiomus ramosi. Luego, surgieron los demás, entre los que estaba el hayuyai.
“Lo que pasa es que el ramosi tiene diferentes variaciones en el color, unos son doraditos, negritos, otros tienen manchitas parecidas a las de hayuyai, yo lo que noté fue el tamaño. Hayuyai era más pequeño que ramosi y me dio por separarlo por colores, tamaños y extraer genitalia, todo esto bajo microscopio. Me da gracia porque miro a hayuyai y pienso ‘pero esto no se parece en nada a ramosi’. Llamé al doctor Segarra y le conté que creía que había hallado algo nuevo, cuando llegó y lo vio me dijo ‘chócala ahí, encontramos una especie nueva’ ”, expresó la agrónoma llena de emoción.
En tono de broma, el profesor contó que estuvo dos semanas tratando de probarle a su alumna que estaba equivocada, pero tuvo que admitir que claramente se trataba de una nueva especie y que su hallazgo fue correcto.
Ambos investigadores aseguraron que se trata de especies que contribuyen al ambiente porque son depredadores de insectos, entre ellos plagas que dañan los cultivos como chinches harinosas y hongos.
“Son beneficiosos para el ambiente y es bueno tenerlos caracterizados porque los podemos identificar, buscar sus beneficios, sugerirlos para cualquier control de plaga y son de aquí de Puerto Rico, así que no tenemos que traer algún otro depredador que venga y le guste más otra cosa nativa que la plaga”, precisó Miriel.
El catedrático, por su parte, agregó que aunque no se trata de las típicas mariquitas conocidas en el País que se distinguen por sus colores bonitos, no dejan de ser una especie muy importante para el ecosistema.
“Tenemos una idea buena de cómo nos están ayudando en la agricultura y esa es la importancia de un descubrimiento como éste, saber que hay cosas allá afuera que desconocíamos que estaban, que son endémicas de Puerto Rico y que probablemente tienen un impacto positivo grandísimo”, agregó.
Las palabras y los gestos de ambos científicos denotan un firme compromiso y una pasión por su trabajo imposible de ocultar. Miriel habla y detalla todo el proceso de su investigación, desde que colecta los especímenes en el campo, hasta que los estudia en el laboratorio, y luego los monta en cajas perfectas clasificadas por familia, tamaños y colores. Sus palabras experimentadas contrastan con la fragilidad de su figura delgada y delicada.
Su mentor también refleja el inmenso orgullo por su alumna y por la misión de educar a la nueva generación sobre esta disciplina. De hecho, le brillan los ojos cuando habla de esta aportación.
“Es el amor por las cosas bonitas, yo creo. Según pasan los años me doy cuenta de que hay que dejar cosas que duren mucho tiempo y este problema de la taxonomía, de conocer organismos nuevos y de poderlos identificar y presentárselos a la ciencia es una cosa que va a durar cientos de años”, precisó el profesor.
Mientras, Miriel, quien planifica iniciar estudios graduados el próximo año en entomología, agradeció al doctor Segarra por haber sido su guía en esta etapa de su carrera subgraduada.
“Él ha sido mi modelo, yo lo admiro demasiado. Que me diera esta oportunidad, que confiara en mí, en mi trabajo, sin conocerme apenas, es bien bonito. Le agradezco grandemente todo lo que ha hecho por mí y todo lo que me ha enseñado, es mi héroe, es como un segundo padre para mí”, reiteró la estudiante, cuyo nombre figura ya en la historia de la ciencia.
Las cuatro nuevas especies que descubrieron los científicos colegiales: a) Decadiomus seini; b) Decadiomus martorelli; c) Decadiomus ramosi; y d) Decadiomus hayuyai. (Suministrada)
La mariquita hayuyai, casi del tamaño de la punta del alfiler, ya clasificada y montada en una caja de presentación.
La joven Miriel Otero y el doctor Alejandro E. Segarra se mostraron muy satisfechos con su aportación a la taxonomía y entomología.
Fotos por Carlos Díaz / Prensa RUM
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