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viernes, 24 de octubre de 2008 [ english version ]
Una de las aulas del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) se convirtió recientemente en un singular laboratorio de improvisación artística, designado por el maestro Antonio Martorell como el IPAF, o el Instituto Puertorriqueño del Accidente Feliz, que dio desembocadura a los talentos sublimes de los ingenieros, literatos y artistas colegiales.
¿Cómo interacciona con la expresión plástica el dominio del lenguaje verbal? ¿Cómo la música se traduce a la palabra o al arte? Fueron algunas de las ideas exploradas en el taller de Lengua, sonido e imagen que ofrecieron el historiador Gervasio García y los maestros Antonio Martorell y José Antonio López el fin de semana del 10, 11 y 12 de octubre.
Durante el taller, los maestros jugaron con la improvisación y la confluencia artística entre lo visual, verbal y auditivo. Éste se realizó como parte de la oferta de la Agenda cultural, coordinada por el Comité de promoción cultural del Departamento de Humanidades.
La doctora Laura Bravo, integrante del Comité y catedrática de Humanidades, explicó que la idea que motivó el taller surgió durante el conversatorio que Martorell mantuvo con la comunidad del RUM el pasado 27 de marzo, frente a la Serpentinata Caribeña.
“Tras escuchar los acordes de la guitarra de José Antonio López, el artista comentó cómo en su mente se iban plasmando estos sonidos, simultáneamente, en forma de imágenes en movimiento. De repente, lanzó la propuesta de realizar un taller en el que la música, la literatura y las artes visuales se generan simultánea y recíprocamente. Su idea fue aceptada con emoción, y eso se pudo plasmar unos meses después, con un éxito de acogida asombroso dadas las fechas en las que el taller pudo ofrecerse".
El taller, que tuvo un valor de 15 horas contacto, contó con una matrícula de alrededor de 50 participantes, entre éstos estudiantes, profesores, empleados y personas de la comunidad, quienes concurrieron en un abarrotado salón 121 del edificio Chardón del RUM.
"Nos llena de satisfacción que un ícono de las artes puertorriqueñas y de fama internacional esté deseoso de inventar y de crear en nuestro Recinto; de querer volver a trabajar con nuestros estudiantes y que afirme sentirse como en su casa. Además, haber contado también con figuras de la talla de Gervasio García, uno de los más reconocidos historiadores de Puerto Rico, es algo que hay que agradecerle", reiteró Bravo.
En la noche del viernes, el pintor, grabador, escritor y educador Martorell leyó el discurso que enunció en la ceremonia de su incorporación a la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, titulado El velorio: velo, desvelo y relevo de la lengua. Este discurso lo contestó el también académico e historiador, doctor Gervasio García Rodríguez, con su escrito Contestación de un desvelado por El Velorio de Martorell.
Por otro lado, los días del sábado y domingo el taller constó de una interacción cíclica entre la palabra y la melodía de la guitarra, el dibujo y la pintura por el verbo, y finalmente, la lengua se transformó en sonido e imagen. En esta parte, el maestro Martorell unió su arte al músico y guitarrista José Antonio López, quien es catedrático asociado del Departamento de Humanidades del Recinto.
Fue de esta forma que la canción del compositor paraguayo Agustín Barrios, Una limosna por el amor de Dios, interpretada por el doctor López en la guitarra, se transformó en el poema titulado "El círculo". Éste surgió de la inspiración de la doctora Camille Cruz, profesora en el Departamento de Estudios Hispánicos, cuyos versos leían así:
“Se agita temblorosamente hacia la muerte en la paleta del papel, por qué, ¡Oh Dios! Siento que me ahoga… No quiero mirarla; parece de sábila, amarilla, como el musgo de las aceras olvidadas. Vegetación muerta me abraza, me dice al oído avanza…”
Asimismo, Martorell pintó imágenes con las palabras de su escrito La mano que sueña, cuyos fragmentos leían tanto el maestro, como la doctora Lydia Margarita González Quevedo, catedrática de Humanidades.
“La pluma escarba la página en blanco hasta encontrar el hilo negro que tejerá el relato. El ojo descubre el objeto de una mirada que ve ahora de un modo distinto porque lo ve con la mano que desenrolla el hilo, apunta y da puntadas siguiendo la forma y persiguiendo el sentido”, articuló la voz de González Quevedo, quien también leyó Los salmos de Ernesto Cardenal.
Por otro lado, el Cadáver exquisito- técnica surrealista por medio de la cual se ensamblan colectivamente un conjunto de palabras o imágenes- fue el ejercicio fundamental del taller porque integró lo visual, auditivo y verbal. Además, resumió la idea base del dibujo encantado con capacidad de traducirse a la escritura.
“Dibujar tiene algo de embrujo, de someterse a un orden donde uno aparenta ser rector y en realidad es sirviente de una pasión digital”, expresó el pintor Martorell.
Como resultado del taller, los participantes esperan coordinar una exhibición con las obras creadas durante el junte artístico, algunas de las que podrán apreciarse permanentemente en algún salón del Recinto. Según explicó Bravo, ese reto lo lanzó el propio Martorell con el propósito de compartir con el resto de la comunidad las obras literarias, visuales, los surrealistas "cadáveres exquisitos" que se crearon entre todos los participantes y el vídeo que se grabó de todas las sesiones.
"Resulta impactante y entrañable la empatía que Toño Martorell tiene con los estudiantes del RUM. El hecho de ver cómo unas generaciones tan distantes de artistas se comunican, se entienden y se nutren entre sí, con las ganas, por encima de todo, de enseñar y de aprender el misterio y la magia de la creación”, reiteró Bravo.
Desde la izquierda, el artista Antonio Martorell junto al doctor Gervasio García, quienes dieron lectura a sus respectivos escritos como parte de la ceremonia de incorporación del artista a la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española. (Foto por Lydia M. González Quevedo)
El maestro Martorell observa el trabajo artístico en progreso de varios participantes del taller.
El taller constó de una interacción cíclica entre la palabra y la melodía de la guitarra, el dibujo y la pintura por el verbo.
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Los artistas y escritores exploraron el acto creativo con la música interpretada por el guitarrista José Antonio López, catedrático asociado de Humanidades. |
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La doctora Lydia M. González Quevedo leyó fragmentos de La mano que sueña, de Martorell y Los salmos de Ernesto Cardenal. |
Martorell incorpora su rostro como parte del Cadáver exquisito, un ejercicio del taller que integró lo visual, auditivo y verbal.
Fotos por Alessandra Otero Ramos / Prensa RUM
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