Intensa bioluminiscencia en mares de Puerto Rico
Por Azyadeth Vélez Candelario
yadeth@uprm.edu
PRENSA RUM

viernes, 23 de julio de 2004

La bioluminiscencia acontece en todos los mares del mundo, pero en Puerto Rico el fenómeno ocurre con mayor intensidad.

Así lo afirman los visitantes nocturnos de las bahías de Mosquito y La Parguera, en Vieques y Lajas, respectivamente. También, lo sostiene el doctor Juan González Lagoa, director del Centro de Recursos para Ciencias e Ingeniería del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), quien en las últimas décadas ha investigado esta manifestación lumínica.

Según explicó el investigador, en las aguas del trópico la bioluminiscencia es mayormente causada por unos organismos microscópicos conocidos como dinoflagelados, específicamente la especie pyrodinium bahamense, nombre científico que se deriva de la palabra griega pyro que significa fuego y de dino, que quiere decir girar. Los dinoflagelados producen luz mediante un proceso químico en el que se unen dos sustancias orgánicas conocidas como luciferina y luciferaza. Cuando estas moléculas reaccionan liberan energía en forma de luz.

“En otros mares, este proceso lo podemos ver dos o tres días y después desaparece y vuelve. Aquí (en Puerto Rico) es sumamente intenso. Por ejemplo, en la Bahía de Vieques la intensidad de la luz es una cosa asombrosa, al punto que uno se sienta en un bote y puede hasta leer el periódico con la intensidad de la luz que se está generando. Así de intensa es”, subrayó.

La estrechez de su boca, su poca profundidad, sus niveles adecuados de salinidad y la particularidad de que están rodeadas de mangle, hacen de las bahías de Mosquito y de La Parguera lugares propicios para que se dé el evento con mayor intensidad. El factor de la temperatura del agua, que debe ser de 70 a 90 grados Fahrenheit, así como otras características relacionadas con la localización geográfica, topografía y clima también proveen el ambiente para que las poblaciones de dinoflagelados puedan reproducirse de forma estable e iluminar la noche. El profesor de Ciencias Marinas del RUM expuso que estos organismos se reproducen en 24 horas, lo que contribuye a que la luz se vea más intensa.

Las bahías se convierten en una trampa para estos microorganimos debido a que el patrón de circulación hace que el agua de mar se mueva hacia adentro del lugar en donde la alta evaporación -y con la ayuda del manglar- se pone más salada.



“Al ponerse más salada se hunde, después se mueve hacia afuera por sobre el fondo y estos organismos permanecen en la superficie porque les gusta ser atraídos por fuentes de luz. Y el agua que sale hacia afuera desde el fondo, no se los lleva o se lleva pocos de ellos”, añadió.

El doctor González Lagoa admitió que la luminiscencia de La Parguera se ha ido perdiendo y atribuyó el hecho a la proliferación de viviendas en el área, la intensidad de la iluminación artificial y la pobre planificación en el uso de los terrenos en las zonas cercanas. También, la destrucción de los manglares y el aumento en el tránsito de los botes son otros problemas de contaminación lumínica.

Tal es la situación que en La Parguera se encuentran hasta 30 mil de los microorganismos por litro, mientras que en Vieques se han contado hasta 480 mil por litro, reconoció.

“El balance entre todas estas características especiales, necesarias para la subsistencia de los dinoflagelados es delicado y extremadamente frágil. Cualquier cambio mínimo en la forma y dimensión de los manglares, costas, las corrientes marinas y en los niveles de contaminación pueden extinguir la bioluminiscencia por completo”, advirtió.

Sin embargo, el Fideicomiso de Conservación adquirió algunos de los terrenos de la bahía de La Parguera para proteger el entorno. Además, la organización está trabajando para que no ocurran situaciones similares en otros cuerpos bioluminiscentes del país como la Bahía Grande de Fajardo en Las Cabezas de San Juan.

“Nosotros también tenemos una estudiante del Departamento de Ciencias Marinas que está realizando un estudio para comparar la dinámica de la física y de la química con respecto a la población de estos organismos en Vieques y en Lajas”, apuntó González Lagoa.

Por el momento, de acuerdo con el investigador, hay que tratar de perpetuar el delicado balance entre todos los factores que permiten la vida de estos dinoflagelados, ya que esa es la clave para la supervivencia de los cuerpos de agua bioluminiscentes.



La estrechez de la boca de la bahía de La Parguera en Lajas, su poca profundidad, sus niveles adecuados de salinidad y la particularidad de que están rodeadas de mangle, hacen que sea un lugar propicio para que se dé el fenómeno de la bioluminiscencia.